A la medida [Lento #29, Agosto 2015]

Texto: Ignacio Alcuri / Ilustración: Ramiro Alonso

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—¿Qué hay debajo de la sábana, doctor Frankenstein? No me diga que es mi reemplazo. Le juro que es la última vez que arrojo a una niña al estanque. Dicho esto, fue muy lindo verla haciendo sapitos contra la superficie del agua.

—¡Cállate un segundo, monstruo! Maldita la hora en que te cosí las cuerdas vocales de mi difunta esposa. Es verdad, estoy a punto de crear vida, pero no para arruinar la tuya, sino para complementarla.

—No entiendo.

—Eso es porque tienes el cerebro de un tonto y lo digo en forma literal. ¡Una compañera, monstruo! Luego de esta noche de tormenta, jamás volverás a estar solo.

—Yo le agradezco todo lo que hace por mí, doctor. Cuando tuve tendinitis me consiguió unas manos nuevas, y las injertó tan bien que ahora puedo rascarme ese pedacito de la espalda al que nunca llegaba, pese a que está cosido en la mitad de mi pecho. Pero no necesito compañía.

—¡Patrañas! ¿No sabes que no es bueno que el monstruo esté solo?

—Créame que no lo estoy, doctor Frankenstein. Intercambio correspondencia con las familias de cada una de las partes de mi cuerpo. Y todos los jueves salimos a tomar una con Drácula, el Hombre Lobo, el Monstruo de la Laguna y la Momia.

—No es lo mismo. Estoy seguro de que tienes necesidades. Lo sé porque tu pene perteneció a un adolescente hormonal.

—Eso no voy a negarlo. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que tuve que ir a buscarlo a la otra punta de la habitación después de una noche solitaria. Pero de ahí a querer una pareja artificial me parece un gran trecho.

—Perfecto. Esta noche puedes ir a la discoteca y conocer a alguna muchacha. Ten cuidado al salir, porque una horda de aldeanos armados con tridentes y antorchas rodea nuestro castillo desde hace meses.

—Fuego… malo…

—Además, no puedes dejar pasar esta oportunidad. Elegí cada una de las partes de tu compañera con el objetivo de que fuera 100% compatible contigo. Mira, son las cartas astrales de cada uno de tus fragmentos. Y aquí están las de los fragmentos de ella. ¡No hay posibilidad de error! Y no pongas esa cara. Baja esa ceja izquierda que le robé al cadáver de un escéptico.

—Supongo que si acepto el papel de la electricidad en la creación de vida donde no la había, puedo aceptar el papel de los astros y su posición relativa durante el nacimiento de una persona a la hora de desarrollar la personalidad. No es algo tanto más descabellado.

—¡Así se habla, monstruo mío!

—Ahora que dice ‘monstruo’… No soy quién para reclamar, en especial porque mi rostro está formado de partecitas de media docena de rostros. Y ninguno era particularmente bello cuando vivía…

—¿A dónde quieres llegar?

—Quizá podría echar un vistazo debajo de la sábana, antes de decidir si acepto su plan de tener una compañera.

—¡Ja! Debí suponerlo cuando te cosí los ojos de un frívolo. No hay problema. Vamos, mira.

—Epa. Nada mal. Y la cabeza está de una pieza.

—Tuve suerte. La actriz que hacía de María Antonieta tuvo un accidente con un hacha que no era tan falsa como le prometieron. Eso sí, no es su cerebro; le coloqué el de una campeona de trivias inútiles sobre el cine y la televisión.

—Me gusta. Me gusta mucho.

—Te confieso que originalmente tenía las tetas más grandes, pero eran de dos mujeres de diferente raza. Al final preferí el balance cromático. Las otras las tengo en mi escritorio y las uso de amansalocos.

—Por eso siempre golpeo antes de entrar.

—¡Se escuchan los primeros rayos, monstruo! ¿Qué dices? ¿Aceptas el desafío?

—Tarde o temprano esto tenía que pasar. Fueron demasiados años que pasé encerrado en el castillo y en la comodidad de la autosuficiencia. Ésta parece ser la ocasión perfecta para volver a exponerme. ¡Hagámoslo! ¡Despertemos a la novia de Frankenstein!

Ella no le dio pelota. Tenía sus propios planes.


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