Latigazos en el living

Por  Silvia Soler

Imágenes:  Cathy Burghi 

Este enero, en un restaurante de Valizas, un hombre cercano a los 60 años le regaló a una mujer más joven la novela que ha hecho furor en los últimos tiempos, Cincuenta sombras de Grey, de E.L. James. Daban la impresión de ser una pareja circunstancial, un amor de verano en busca de gustos comunes. Mientras esperaban el plato, ella eligió un lugar agradable para empezar a leer. Al regreso, él preguntó qué le había parecido el inicio de la historia y ella respondió: “atrapante”. Justamente, el poder de atrapar al lector de esta trilogía que incursiona en el porno de una manera suave, si es que cabe el adjetivo, ha sido, primero, el motivo del éxito, y luego, el argumento de ventas que va escrito en la contratapa: “Totalmente adictiva, ésta es una novela que te obsesionará, te poseerá y quedará para siempre en tu memoria”.

 Hilo sobre tela, 20x20cm (2013). De “Desbordada”, serie de dibujos textiles de  Cathy Burghi. Cortesía de la artista.
Hilo sobre tela, 20x20cm (2013). De “Desbordada”, serie de dibujos textiles de Cathy Burghi. Cortesía de la artista.

La trilogía de E.L. James (Cincuenta sombras, Cincuenta sombras oscuras y Cincuenta sombras liberadas) superó en ventas en agosto del año pasado al sonado récord de Harry Potter en Gran Bretaña. Se estima que vendió más de 30 millones de ejemplares en el mundo. Pero más allá de estas referencias numéricas que se disparan hoy al hablar de libros, cine u otros productos culturales, y que llevan a considerar las obras desde la perspectiva predominante del mercado, Cincuenta sombras puso el foco en la literatura erótica, tan vieja casi como la literatura misma.

En esencia no hay nada muy osado en su despliegue, nada que no se haya dicho antes. Sí despierta curiosidad el contraste entre el perfil de la autora y los juegos de sex shop que ilustran la tapa. E.L. James se presenta como una señora casada y madre de dos hijos. En la solapa del libro explica que “postergó sus sueños” de escribir historias y que “finalmente reunió el coraje para escribir su primera novela”, cuyo eje temático es la relación sadomasoquista entre una joven universitaria y un millonario.

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El marqués de Sade, ícono de la literatura erótica (de su apellido surge la palabra “sadismo”), murió encerrado en un manicomio por sus novelas, en las que mezcló sensualidad y violencia. La suerte diferente de los escritos de E.L. James lleva a reflexionar acerca de lo arbitrario y voluble de los juicios occidentales sobre el sexo y sus formas de contarlo. James ha sido considerada uno de los personajes más influyentes del año y ha ganado diversos premios por sus novelas matizadas de largas descripciones de encuentros sexuales. Aunque es cierto que su sadismo haría sonreír a Sade. La mayor novedad en relación a este libro no está tanto en qué se escribe sino en quién lee. Si bien es cierto que el relato de James posee un cierto candor, la diferencia entre ella y Sade (sin analizar la calidad literaria) reside en que a James la leen las mujeres en los ómnibus, en las plazas y en los bares. La aplauden multitudes de lectoras comunes y corrientes, y sus novelas se consideran objetos agradables para un regalo de cumpleaños; mientras que los libros de Sade, autor maldito, terminaron en la hoguera.

Los estudios de marketing, referencia inevitable, señalan que Cincuenta sombras de Grey ha capturado a un público femenino de entre 30 y 50 años, y ha dado en el punto justo de las fantasías de las mujeres de estos tiempos, maduras y de clase media. Gracias al impulso de ventas de la trilogía, algunas editoriales han revisado sus títulos para reeditar viejos éxitos eróticos; otras, en cambio, han salido a la búsqueda de novedades que vayan en la misma línea. Algo parecido, pero no igual, y que obtenga idéntico éxito. Entre las reediciones se destacan, por ejemplo, la de Emmanuelle, de Emmanuelle Arsan, aunque pocos recuerden a la autora y sí a la actriz Sylvia Kristel, que protagonizó la versión cinematográfica de 1974. Emmanuelle, a diferencia de Anastasia Steele, la protagonista de Cincuenta sombras, no respetaba los mandatos de la monogamia. Se ha reeditado también Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, y es probable que en esta misma ola reaparezcan los diarios de Anaïs Nin. Entre las novedades se cuentan: No te escondo nada, de Sylvia Day (Espasa), Diario de una sumisa, de Sophie Morgan (Grijalbo), Indiscreción, de Charles Dubow (Planeta). La lista es bastante más larga. La promesa del estreno en 2014 de la película Cincuenta sombras de Grey, producida por Universal Pictures y Focus Features, empresas que compraron los derechos de autor por cinco millones de dólares, se suma a las secuelas de este boom.

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Intachable

El dinero de Grey ha sido conseguido con honestidad, con esfuerzo, sí, pero con una cierta dosis de genialidad. La integridad moral del personaje, pese a sus hábitos de contratar mujeres como sumisas (al menos una de ellas ha salido lastimada, según cuenta), se delinea con precisión a lo largo de la novela. Grey destina parte de su dinero a la beneficencia, ayuda a la universidad o paga, por ejemplo, el tratamiento de una de sus ex sumisas que ha sido internada en una clínica psiquiátrica. En ese afán de construir un personaje pasional, morboso, complicado, pero íntegro, James lo hace dar el siguiente discurso: “Nunca he tomado drogas. De hecho estoy totalmente en contra de las drogas, y mi empresa lleva una política antidrogas muy estricta. Insisto en que se hagan pruebas aleatorias y por sorpresa a mis empleados para detectar cualquier posible consumo de drogas”. 

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Hilo sobre tela, 20x20cm (2012).  Cathy Burghi. Colección privada.
Hilo sobre tela, 20x20cm (2012). Cathy Burghi. Colección privada.

El mundo que describe James se acerca al de la recatada Jane Austen o al de Corín Tellado. Al fin y al cabo es un relato del mundo íntimo, donde el sexo se mezcla con otras cuestiones también bastante antiguas como el matrimonio y su forma de conseguirlo, desde la perspectiva femenina, con un hombre rico, bonito y poderoso. Se reafirman en Cincuenta sombras convenciones que nos llegan de siglos atrás. En un entorno ultramoderno, la novela retoma el valor de la virginidad. James no omite el detalle de la mancha de sangre en la cama, aquel testimonio que en otros tiempos se debía mostrar a la comunidad como prueba de honradez. Por otro lado, Christian Grey, el hombre que desata el erotismo de Anastasia, encarna la figura del que impone su voluntad, y no sólo en la cama o como un juego sexual divertido. Su intromisión en la vida de su pareja traspasa los límites admisibles de la dignidad de cualquier persona, pero con estas actitudes, lejos de ahuyentarla, él alimenta la excitación de la protagonista. Las protestas continuas de Anastasia y su aparente rebeldía no hacen más que avivar el deseo de sentirse poseída por el otro.

Cincuenta sombras… replica el esquema de Cenicienta: el príncipe de ayer es el millonario de hoy; la doncella se convierte en la estudiante de jeans que comparte apartamento y trabaja para mantenerse; las carrozas son aviones particulares, helicópteros o autos súper caros; los zapatos y los vestidos se parecen, pero los de Anastasia llevan el sello de marcas exclusivas. Y es ésa la seducción de la novela. La autora se mueve en el mundo sin mayores riesgos, con el condimento de los juegos placenteros un poco subidos de tono. Si nada sabíamos acerca del tipo de sexo que le gustaba practicar al príncipe con Cenicienta, ahora parece revelarse cómo eran las cosas, de una manera acorde a una cierta tendencia contemporánea que prefiere explicitar a insinuar.

Algunos medios de prensa anglosajones etiquetaron a la novela como porno soft, seguramente por la constante mención a los juguetes eróticos. El sexo entre ambos protagonistas es siempre consentido y existe, para el caso en que él se deje llevar por su entusiasmo y pase los límites razonables, una palabra clave que, si ella pronuncia, lo obliga a detenerse. James describe encuentros sexuales armónicos en cuanto a los tiempos de excitación y clímax de la pareja. Cuando eso no sucede, en cuestión de minutos ocurre un segundo y hasta un tercer orgasmo que hace más intensa la escena. Los desencuentros de la novela nacen de las supuestas desobediencias de Anastasia y del pasado sórdido de Grey, pero ambas cuestiones se superan con amor y sexo.

Anastasia Steele reitera en diferentes discursos su desinterés por el dinero. Ha sido seducida, se diría que de casualidad, por uno de los hombres más ricos de su país y no sabe qué hacer con eso. La insistencia en rechazar regalos, la constante mención a la riqueza y el regodeo en el inventario del lujo terminan por generar una sensación de falsedad, como si el relato no fuera un discurso dicho en la intimidad del pensamiento, sino una pose para los millones de lectores, más bien lectoras, a quienes espera maravillar y finalmente maravilla.

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Según distintas versiones, Cincuenta sombras surgió como un fanfiction (relato escrito por fanáticos) de Crepúsculo, titulado originalmente Master of the Universe. Posteriormente, se vendió como libro electrónico y como libro de bolsillo de impresión bajo demanda por una pequeña editorial con sede en Australia. Para entonces, el texto ya habría sufrido importantes cambios, entre ellos los nombres de la pareja protagonista. En una tercera etapa de la historia de esta saga, la editorial Vintage de Random House Mondadori compró los derechos de autor y el libro se transformó en un best seller. Tanto la editorial como la autora han declarado que la obra es original.
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Mariposas

Describir un orgasmo y todo el cúmulo de sensaciones que lo preceden es un desafío para cualquier escritor. Se puede rumbear para el lado del hermetismo; en ese sentido vale la pena recordar una página de Cortázar en Rayuela en la que se detalla un encuentro sexual con palabras inventadas.

Siempre es posible recurrir a la imagen de las “mariposas en la panza”. James no lo hace, pero sus recursos lingüísticos se acercan bastante. La protagonista tiene algunas expresiones favoritas para narrar su éxtasis. La palabra “estallar” y sus derivados se usan con frecuencia. Para la excitación que surge desde el primer encuentro con un simple roce corporal, prefiere la metáfora de la “descarga eléctrica”. 

Mucho más perturbador

El amante de lady Chatterley, de DH Lawrence, publicada en 1928, armó un gran revuelo. Lady Chatterley (Connie) se casa con un joven aristocrático, pero poco después él va a la guerra y vuelve paralítico. Tal vez, el escándalo y la etiqueta de libro erótico prohibido no favorecieron la lectura de pasajes con hondura filosófica y con capacidad de perturbación que posee el texto. Hay en sus páginas diálogos punzantes acerca de la manera de dar y recibir placer, que serían inquietantes en un escritor del presente. En uno de los pasajes Connie no consigue llegar al orgasmo junto a su pareja y espera que él la complazca. Él lo hace, pero luego se quejará en tono irónico. Tras una discusión, Connie le pregunta: “Pero, ¿tú quieres que alcance mi propia satisfacción?”. Y él responde: “¡Bueno, sí, de acuerdo! ¡Lo quiero! Pero te advierto que estar ahí, esperando a que una mujer acabe, no es un juego muy divertido que digamos para un hombre”. Acota el narrador: “Estas palabras representaron para Connie uno de los golpes decisivos de su vida. Mató algo en su interior”. 

 

 


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