Aunque parezca estar de vuelta, el bigote sigue añorando los años 70. En esta entrevista nos explica por qué.
—¿Por qué se lo ve triste, acompañando hacia abajo las comisuras? Usted, igual que el vinilo, Star Wars y las enfermedades venéreas, es una gloria de los 70 que está recuperando popularidad.
—Dejate de joder. Esto no es popularidad. En los 70 era otra cosa porque me podías ver en todos lados. Yo estaba presente en todas las canchas de fútbol, arriba de cualquier escenario, en todas las pantallas. Te juro que ni siquiera en la Ilustración Francesa me sentí así. Sí, mucha sofisticación en ese siglo o en la Inglaterra victoriana, pero a mí me gusta lo sencillo, mezclarme en todas las clases sociales.
—Pero hoy se lo vuelve a ver con salud, aparece cada vez en más lados.
—Te equivocás, botija lampiño cuya cara carece de personalidad. No puedo creer la vergüenza que me da que me vean hoy en los tres tipos de gente en que suelo aparecer: los policías, los milicos y los hipsters. No puede haber nada peor, y mirá que yo estuve en los mejores y más sangrientos dictadores
del siglo XX, en narcos colombianos y en
cosas aun más jodidas, como los Village People y el zaguero Felipe Revelez. ¿Sabés lo triste que es ser usado como simple recurso snob? Cuando estos boludos se den cuenta de que son mayoría en esos toques indies en los que se juntan, me van a borrar de una. Es imposible recobrar la popularidad así.
—¿Esa gente no hizo que por fin volviera a ser cool? Hace unos años usted era casi ridículo.
—Escuchame, yo me las vengo rebuscando desde el Neolítico, yo me las banco. Nunca fui cool y no me importa lo que digan. Yo estuve en la cara de Sendic y decidí irme solo de la vergüenza: yo sé lo que es pasar una época jodida. Lo que quiero es crecer frondoso y sin segundas intenciones, simplemente natural y sin impostaciones, no llamar la atención como un bigote que quiere decir: “Mirame, acá estoy, vení a escuchar este vinilo de edición limitada de una banda punk peruana de los 70 que nadie más tiene”.
—En los 70 seguro que también pasaba…
—No, querido, en los 70 yo no era un accesorio para nadie. Hoy en día, algunos de esos nenes casi no tienen pelos en el pubis y sin embargo me dejan crecer ralo arriba del labio, descuidado, poco viril, como si tuvieran que demostrarle algo a alguien. Yo me pongo a atusarme nervioso cuando los veo.
—Usted ha acompañado históricamente a los cantautores uruguayos, ¿no cree que hay una continuación de esa tradición?
—No vas a comparar. Es claro que si hay algo que define al cantautor uruguayo tradicional soy yo, sobre todas las cosas, pero estoy ahí con orgullo desde los 70 y nunca me fui. No soy una moda. Yo nunca dejé de estar en un Maslíah, un Jaime Roos, Dino, Mandrake Wolf, Mauricio Ubal, El Sabalero, Braulio López… no me quiero olvidar de ninguno para no ser injusto. Era linda esa época en la que me veías y no sabías si yo estaba en un actor porno, un cantautor uruguayo, un bombero o un mecánico. Ahora me ves y sacás la ficha enseguida.