Anatomía de una barra [Lento #26, mayo 2015]

Por Magdalena Aguiar Quintana

• La barra de aliento del Club Nacional de Football, rebautizada en 2005 “La banda del Parque”, vino a tomar el lugar de la antigua “Barra de la Ámsterdam”. El grupo adoptó el nombre cuando se reinauguró el estadio Gran Parque Central, marcando la profunda identificación con el barrio y con la cancha en donde juega su equipo.

• Está compuesta por aproximadamente 60 hinchas de sexo masculino, cuyas edades oscilan entre los 14 y los 50 años. No es un grupo homogéneo y tiene una organización basada en estructuras de poder verticales. En orden de jerarquía, luego de los jefes y sus ayudantes, están los hinchas más jóvenes, quienes cuentan con menor antigüedad y trayectoria, pero a su vez conforman la mayor parte del grupo. Los jefes, que exhiben un mayor poder y autoridad para mandar, reciben el apoyo de los demás integrantes, porque las tareas que realizan benefician a todos. Se encargan de controlar y supervisar todo lo que sucede con la hinchada, negocian con otros actores sociales (dirigentes, jugadores, cuerpo técnico, efectivos policiales) la entrega de entradas gratis para asistir a los partidos, dinero para financiar los viajes, la concurrencia de la hinchada a estadios visitantes. Los integrantes más jóvenes y con menos antigüedad son quienes se ocupan de la logística (banderas, instrumentos de percusión), además de saltar y alentar durante todo el partido.

• Ingresar a La Banda del Parque implica cumplir con una serie de pautas y códigos implícitos, entre los que se destacan no abandonar nunca a un compañero, no huir en caso de que surjan enfrentamientos con hinchas rivales, seguir al equipo aun cuando pierda y no compartir información acerca de las actividades que realiza.

• El grupo se reúne una vez por semana en la sede del club para ensayar los cánticos que luego serán entonados en cada partido. Allí también diseñan, confeccionan y guardan algunas de sus banderas, junto con los instrumentos de percusión.

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05El hincha

Suenan pitos y matracas, bombos y platillos. Gritos, cánticos, silbidos. Vuelan papelitos y se alzan las banderas. Los alrededores del campo explotan. Es la hinchada. Ferviente. Que alienta a su cuadro, a sus ídolos, a los colores de ese escudo que lleva en el corazón (y a la izquierda de la camiseta), en el brazo, tatuado. En el alma. Vaya el equipo pésimo o de maravilla, delante o detrás en la tabla de puntajes del torneo, el hincha está. Siempre. Alentando. Y en el mismísimo instante que todo hincha espera, ese momento máximo —al decir de Galeano, “el orgasmo del fútbol” (El fútbol a sol y sombra)—, todos claman con fervor y sacan fuerzas desde donde no las tienen para ese grito de gol que les deja el pecho hinchado y la garganta ardiendo a todo fuego. El autor del gol: un crack. Lo idolatran aunque algunos maldigan su juego y aun su personalidad. Lo mismo da quién es ese cuerpo que viste la camiseta, y mañana, seguro, será parte del rival, por más palos verdes. “Pasala, pateala, pegale”, sueltan rabiosos si el jugador anda en un mal día o la suerte lo abandona. A veces, es cuestión de suerte. Lo mismo da. El hincha exige. Putea furiosamente si el futbolista es pata dura, si se la pasan por los caños, si erra el penal, si la pelota rebota en el travesaño, si roza la red, si el tiro salió mal. Es un juego, pero en la cancha nada de eso se permite. Es la humillación al hincha, a su garra, a su devoción, a la pasión y el fanatismo por los colores que simbolizan aquello que no es tan sólo cuestión de camiseta. Es puro sentimiento.

Virginia Martínez Díaz

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* Una vez dentro del estadio, La Banda del Parque hace su ingreso “oficial” a la tribuna cuando tan sólo faltan algunos minutos para que el equipo salga a la cancha. La aparición del grupo es muy festejada por el resto de la parcialidad, casi tanto como la salida de los jugadores al terreno de juego, y es común que el resto de los espectadores se abra formando un corredor para que la banda pase. La barra en sí siempre se ubica en el centro de la tribuna, tanto de local como de visitante, y los líderes mantienen cierta movilidad y circulan permanentemente. Una vez ubicada, la banda le da la bienvenida al equipo cuando éste hace su ingreso al terreno de juego y aquí el fervor y la fidelidad que sienten los hinchas son expresados y exhibidos con la puesta en marcha de una verdadera fiesta.

• Las afiliaciones al grupo se dan entre hinchas cuyas edades van de los 12 a los 18 años a partir de la concurrencia a la tribuna popular fin de semana tras fin de semana.

• El grupo comparte un conjunto de intereses que se esconden en lo futbolístico, pero que van más allá. Buscan compartir formas de ser y pensar que los identifiquen entre ellos y a la vez los diferencien del resto.

1) Amor a Nacional: Es la principal motivación para formar parte de la barra de aliento. El grado de significación que tiene el fútbol en la vida de los jóvenes se transforma en una de sus fuentes de sentido y hasta en algunos casos llega a convertirse en la única.

2) Atracción por el estilo de vida del grupo: Generalmente los jóvenes desarrollan una percepción desmesurada de la barra de aliento y creen que la asistencia del grupo al estadio incidirá en el resultado final del partido. Los jóvenes se identifican y quieren formar parte del ritual que protagoniza la hinchada todos los fines de semana. Se sienten atraídos por su estética (despliegue de colores, banderas, cánticos, coreografías) y por el tipo de vestimenta que lucen, por el reconocimiento que obtienen de jugadores, dirigentes, del resto de la parcialidad y también de los medios de comunicación. Formar parte de la barra brinda emoción, intensidad y permite que sus integrantes participen de alguna manera en el evento deportivo.

3) Generación de vínculos de amistad y compañerismo: Como afirman Mónica Filardo en Tribus urbanas en Montevideo, nuevas formas de sociabilidad juvenil (2002) y Tarcyane Cajuerio en O lado hard da cultura cool: as torcidas e a violência no futebol (2003), los jóvenes se reúnen generalmente buscando afectividad grupal. Buscan relacionarse con pares, encontrar apoyo sentimental, compartir experiencias o establecer relaciones de compañerismo y amistad.

4) Oposición a los rivales: Muchos jóvenes deciden ingresar no sólo por ser hinchas de Nacional sino por sentirse adversarios de la barra de aliento de Peñarol, su principal enemiga. Se nuclean en un círculo que une a los que están adentro y separa a los que están afuera, de los que hay que distinguirse y contra los que hay que pelear. El hecho de que las prácticas violentas comúnmente desarrolladas tengan el carácter de legítimas para el grupo, al involucrar a hinchas que comparten los mismos códigos, es otro de los motivos que estimula el ingreso. Estas prácticas no son aceptadas por la sociedad y son perseguidas por la Policía, pero dentro del grupo pueden desarrollar acciones que ponen de manifiesto el odio que sienten por la hinchada adversaria.

• La solidaridad y el compañerismo surgen como ejes de pertenencia y es en base a las interacciones que se dan dentro del grupo que los jóvenes consiguen hacer frente a las distintas situaciones desfavorables que se presentan en su día a día. La mayor parte de los jóvenes que integran la barra ven en la etiqueta que ésta proporciona un modo de desviar la sensación de rechazo que experimentan continuamente en la sociedad.

• Formar parte de La Banda del Parque genera otro tipo de privilegios para sus integrantes. Ser hincha como trabajo, como beneficio, por el que se pueden obtener réditos económicos y maximizar las ganancias. Según afirma el investigador argentino Pablo Alabarces en Crónicas del aguante: Fútbol, violencia y política. Claves para todos (2004), la explicación amorosa y pasional por la cual los hinchas integran la barra se superpone a una explicación económica.

• Los hinchas con más trayectoria son los que obtienen mayores réditos económicos. Los jefes y sus ayudantes mantienen una relación económica con el club, reciben dinero por mantener el orden y controlar lo que sucede con la hinchada en la tribuna y en los alrededores del estadio. Cada jefe recibe un salario mensual, que ocupa un lugar central en la provisión de ingresos, a tal punto que comandar la barra de aliento se transforma en su único “trabajo”. No sólo porque los provee de ingresos sino también porque su realización requiere mucho tiempo, además de un despliegue de saberes prácticos (controlar a los hinchas, negociar con la Policía, plantear estrategias para imponerse en los distintos enfrentamientos).

• Además de un salario, por medio de su contacto con dirigentes y jugadores, los jefes consiguen entradas, dinero para viajes e indumentaria del club. Todo esto es fundamental para la hinchada, pues surgen más recursos a partir de la administración de entradas y dinero.

• Mientras que los jefes maximizan las oportunidades que se les presentan para obtener variados beneficios económicos, para los integrantes más jóvenes del grupo percibir dinero no es tan importante como la experiencia grupal de estar en la barra.

• Ser miembro del grupo “abre puertas”, genera contactos y permite conseguir trabajo o la oportunidad de realizar “changas”. Según afirma José Garriga Zucal en “Pibitos chorros, fumancheros y con aguante. El delito, las drogas y la violencia como mecanismos constructores de identidad en una hinchada del fútbol” (2007), la obtención de trabajos o “changas” es otra de las muestras de la desigual distribución de los recursos dentro del grupo: son los jefes los que consiguen trabajos y entre el resto de los integrantes se reparten las “changas”.

• Los enfrentamientos con otras barras, la utilización de armas blancas y armas de fuego, el rompimiento de códigos internos y la consumición de drogas influyen en la decisión de salir de la barra. Por otro lado, muchos de los hinchas deciden abandonar el grupo por discrepar y hasta en algunas ocasiones por llegar a tener enfrentamientos con los líderes.

• Entre los factores externos de abandono de la barra están la edad, la falta de tiempo, la incompatibilidad con actividades laborales y la constitución de una familia.

• Muchos de estos hinchas tienen que relacionarse laboralmente con la Policía, al trabajar como guardias de seguridad (ya sea para el club o para empresas privadas) o en lugares frecuentados por integrantes de otras barras (boliches, pubs), y deciden abandonar la barra de aliento para evitar posibles conflictos.

• De alguna manera los jóvenes que se acercan a la barra se sienten desplazados por el sistema (la escuela, la familia, los adultos en general) y quieren conducirse de un modo que exprese que se resisten a ese desplazamiento. Y cuando realizan las prácticas que “competen” a la barra están buscando cómo expresar su rebeldía y, por medio de ella, la construcción de una nueva identidad y de una nueva reputación.

(Fragmentos adaptados de “Allá en el Parque hay una banda: algunos aportes sobre los integrantes de la barra de aliento del Club Nacional de Football y sus trayectorias”, de Magdalena Aguiar Quintana, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. El artículo completo apareció en el número 14 de Cuadernos de historia que edita la Biblioteca Nacional, titulado A romper la red: miradas sobre fútbol, cultura y sociedad, editado por Julio Osaba).


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