Los conversos y los migrantes [Lento #25, abril 2015]

En  julio de 2013 publicamos una investigación sobre la comunidad árabe del Chuy. El tema daba para más, y fueron los hechos los que nos obligaron a volver a él: nuestro país se volvió territorio de la acogida de los refugiados de Siria y ex prisioneros de Guantánamo. La periodista Patricia Pujol conversó con musulmanes que viven y nacieron en Montevideo y con un estudiante que se prepara para ser el primer sheik uruguayo y su colega Guillermo Garat consiguió lo que parecía imposible: acercarse a los antiguos reclusos de Guantánamo, a quienes los acogieron y también a algunos refugiados sirios.

Por Patricia Pujol

Fotos: Javier Calvelo

Hay más de 200 millones de árabes, si tomamos los que viven en 21 países de origen y los que están esparcidos en el resto del mundo. En nuestro país son pocos, no más de 500, aunque en algunos lugares, como Rivera y, sobre todo, el Chuy, la cantidad de árabes y sus descendientes es notoria. En realidad, Chuy y Ciudad del Este (Paraguay) son las dos zonas del Sur de América que tienen mayor cantidad de árabes. En la década del 60 hubo una ola migratoria, pero la mayoría llegó al país no hace más de 40 años y ya tiene nietos nacidos aquí.

En casa de Yaafar, Maryam nos contó que no usa el hiyab en su trabajo, pero que lo lleva con orgullo por la calle.
En casa de Yaafar, Maryam nos contó que no usa el hiyab en su trabajo, pero que lo lleva con orgullo por la calle.

Aunque 80% de los musulmanes no es de origen árabe, su lengua es fundamental para entender al Islam, porque El Corán está escrito en árabe y sus fieles sostienen que no puede ser traducido. Entre lo árabe, lo musulmán y el Islam, la cuestión se enreda. “El Islam y ser musulmán no es lo mismo”, me corrigen en todo momento. Islam refiere a la religión monoteísta cuyo dogma de fe se basa en el libro de El Corán y musulmán es la persona que lo acepta. Esta distinción despejará el camino, porque decir islamista y mahometano no es aceptado por la comunidad. La terminación “ista”, utilizada en Occidente, suele asociarse a movimientos extremistas o violentos: “es un insulto para nosotros”, explican los musulmanes uruguayos. Y no dicen “Mahoma” para nombrar al profeta porque significa “no bendecido”: los musulmanes lo llaman Mohamed. Tampoco es lo mismo sunita que chiita ni alauita. El Islam tiene ramas y ellas exponen diferencias.

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Se estima que la población musulmana mundial es de 1.000 millones de personas, y en Europa el Islam es la segunda religión más profesada después del cristianismo. En Uruguay, la Encuesta Nacional de Hogares Ampliada de 2006 del Instituto Nacional de Estadística incluyó una pregunta que pretendía una definición desde el punto de vista religioso. Las opciones fueron limitadas: 47,1% de los encuestados eligió “católico”, “ateo” el 17,2% y sólo 0,4%, “otros”, guarismo que incluiría a los musulmanes.

La comunidad musulmana en Uruguay es compleja. Sus integrantes dicen conocerse y al mismo tiempo marcan inmediatamente similitudes y diferencias. Algunos se convirtieron al Islam hace muy poco, otros hace más de diez años y en el pasado fueron ateos o adeptos a otras religiones. En Montevideo hay tres lugares de reunión y oración: el Centro Egipcio de Cultura Islámica, el Centro Islámico del Uruguay y el Centro Cultural Islámico. También existe desde 2011 la Asociación de Mujeres Musulmanas de Uruguay, pero actualmente no está en actividad.

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Tras el 11 de setiembre de 2001, y el bombardeo de información que se sucedió a la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, lo árabe pareció tomar un color distinto. La palabra terrorista y la concepción de grupos extremistas mezcló, uniformizó, arrasó, atemorizó. En Uruguay, según Multiculturalismo en Uruguay, una investigación de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de la República) coordinada por Felipe Arocena y Sebastián Aguiar en 2007, el único antecedente que se registra de vinculación efectiva con el terrorismo internacional es remoto:

En febrero de 1999, en un operativo de la CIA y las policías de la región y por un pedido de captura egipcio, se detuvo a Al Said Hassan Mokhless en el Chuy cuando intentaba ingresar a Uruguay con pasaporte falso, acusado de entrenar en Ciudad del Este a jóvenes como pioneros del grupo radical sirio Hezbollah. De cualquier modo, según un informe de la División Federal de Investigaciones de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, hay vínculos entre organizaciones extremistas (como Al Qaeda) e importantes miembros de la colectividad árabe del Chuy y Chui.

En Uruguay, musulmanes y judíos reciben la mayor proporción de opiniones negativas, de acuerdo a Religión y religiosidad en Uruguay, de Zuleika Ferre, Mariana Gerstenblüth y Máximo Rossi, publicado por la Facultad de Ciencias Sociales. El estudio observa que el nivel educativo de quienes contestan tiene un peso relevante: “Los porcentajes más altos de actitud negativa se encuentran entre aquellos menos educados, excepto en el caso de los cristianos en donde no se encuentran diferencias por nivel educativo. Resulta interesante destacar que, si bien en menor medida que los menos educados, aquellos con educación terciaria presentan en una mayor proporción opiniones negativas hacia musulmanes y judíos”. También dispara preguntas que resuenan: “¿Es la mayor información acerca de los conflictos de origen territorial y/o religioso lo que provoca estas opiniones? ¿O responde a prejuicios y/o desconocimiento?”.

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La escalera habla en idiomas. El saludo en inglés, español y francés se entiende bastante bien. El resto de los escalones da la bienvenida en árabe, ruso, chino. Los idiomas de Samir son varios: el árabe por nacimiento, el inglés por enamoramiento y el español por adopción. Habla pausado y se burla de su propio acento. Entre las manos sostiene una taza de café que a esa hora de la mañana está recién preparado. Aún no dará clases de inglés y entonces puede charlar.

Todo empezó cuando Iris atravesó una puerta hace 27 años. Uruguaya, había viajado a Jerusalén como turista. Samir trabajaba en la recepción del hotel. Primero la vio y después la oyó preguntar por una dirección. Se enamoró en ese momento y su vida comenzó a cambiar.

Él nació hace 49 años en Nazaret, pero vivió toda su infancia en Jerusalén. Se define musulmán, aunque hay un “pero”. La familia del padre es árabe musulmana y la de su madre es escocesa cristiana:

—Fui a una escuela cristiana donde había mayoría de musulmanes, entonces cuando había clases de religión nos dividían y cada uno estudiaba la suya. Académicamente estudiaba el Islam.

Vivió siete años con Iris en Jerusalén, donde opina que “claramente hay dos pueblos”.

—Esos dos pueblos tienen un conflicto y a raíz de eso hay una animosidad y una falta de confianza entre uno y otro. Se puede reducir a que se miran con racismo. Un pueblo no acepta al otro. Hay historia, hay motivos. Cuando uno piensa que no se puede mezclar con otro hay una creencia de superioridad.

Iris no se sentía cómoda con esta situación y por eso decidieron viajar a Uruguay. Más tarde vino el matrimonio. “Allá no es fácil casarse, o no es aconsejable. Conocí personas de distinta religión que se iban a Chipre, donde es sencillo el casamiento civil. No lo pensé en aquel momento”. Samir se casó con Iris en Montevideo por civil y luego festejaron de una forma “bastante uruguaya”.

—La comida es un poco distinta, más picante, pero lo que es similar es que es un momento feliz. En Medio Oriente, según la región o la familia y el contexto, hay lugares donde se hacen fiestas y se baila entre familiares. Hay lugares donde eso es más conservador y bailan hombres y mujeres por separado. Mis padres bailaron en mi casamiento —dice Samir en señal de aprobación familiar a la unión—. En la versión que yo aprendí, y estoy cómodo con esto, el musulmán puede casarse con una musulmana, cristiana, judía: mientras que crea en Dios o en el mismo Dios se puede casar. Es preferible, según la enseñanza, que se convierta al Islam, pero no es un impedimento.

Iris no se convirtió al Islam, pero para él no es un problema. Sin embargo, le causó dificultades en su país.

—Algunos aceptan y otros dicen: “¿para qué?”, “¿por qué lo hacés?”. No encontré esa sorpresa en Uruguay. Acá no les importa eso a las personas. Es parte del atractivo de Uruguay.

Antes de viajar, Samir confundía a Uruguay con Paraguay. Cuando llegó a Montevideo entendió la razón de la incomodidad de Iris en Jerusalén. “En Uruguay puede haber racismo pero está bajo algunas capas. Allá está frente a frente”. No se contactó con comunidades de su origen en suelo uruguayo. Sólo conoció el Centro Libanés. Sabía que cerca de la Intendencia había un Centro Islámico pero no entró. Lo que recuerda con una sonrisa fue un paseo por el Chuy donde encontró personas que hablaban árabe en la calle: le pareció una “linda curiosidad”.

La pareja tuvo tres hijos varones: Anan (la primera letra no existe en el alfabeto romano, pero se traduce como “a” en español), de 18 años, Elías, de 16, y Joaquín, de 14. Para Samir son charrúas y está orgulloso de eso. “Quisiera que supieran mucho más de lo que saben sobre la raíz de donde vengo, pero Uruguay les llena su plato en cuanto a cultura y lo demás”.

Originaria de Salta, Argentina, Aisha vive en Uruguay desde su casamiento con Yaafar. Cada vez que vuelve a su ciudad natal, los vecinos la miran como extraña y cuenta que sufre discriminación cuando hace las compras o trámites. Por la calle no ha tenido problemas, con excepción de “algún desubicado” que le grita “cabeza atada”.
Originaria de Salta, Argentina, Aisha vive en Uruguay desde su casamiento con Yaafar. Cada vez que vuelve a su ciudad natal, los vecinos la miran como extraña y cuenta que sufre discriminación cuando hace las compras o trámites. Por la calle no ha tenido problemas, con excepción de “algún desubicado” que le grita “cabeza atada”.

—No es fácil estando en Uruguay pasarles toda una vivencia o creencia o religión en el contexto en que ellos están viviendo. ¿Para qué? Cuando viajamos y visitamos familiares se interesan más. Quieren saber palabras en árabe y cuando comen la comida de la abuela quieren saber qué es eso rico que preparó. Mis hijos fueron a la escuela y al liceo públicos. Hace cuatro años quise que ellos tuvieran una idea sobre religión para que tomaran una decisión basada en el conocimiento. Me gustaría que supieran qué significa creer en algo y en qué.

Hasta el momento, ninguno de los hijos se ha interesado por la religión. Samir tampoco reza cinco veces al día ni consulta El Corán con asiduidad, pero cuando se define dice: “Soy creyente”.

—Sé que hay musulmanes sunitas y chiitas. Sé que mi familia es sunita y que mi enseñanza también. Pero yo no quiero definirlo como si hubiera una diferencia, sino que quiero ver dónde hay una aproximación. Digo que tengo descendencia de Islam suní y me pueden discutir los expertos en la religión, pero no quiero ver diferencias entre religiones tampoco. No entro en eso.

Iris aprendió a cocinar a la manera de Jerusalén. Samir toma mate y hace asados. Dice que ya sabe cómo moverse si suenan tambores. Su comida preferida es el tallen, que se prepara en base a pescado blanco (que puede ser pescadilla) con mucha cebolla y se le suma tahini, una mezcla con pasta de sésamo —que celebra haber conseguido en Montevideo—, ajo, limón y pimienta blanca.

Iris no usaba el hiyab que usan las mujeres musulmanas (el código de vestimenta islámica establece que las mujeres deben cubrirse la mayor parte del cuerpo y no exhibir otra cosa más que el rostro y las manos).

—Cuando el musulmán se rige por las reglas religiosas se forma con una cultura específica. Para ellos no es distinto ni difícil que las mujeres usen hiyab. Tiene su lógica o su propia dignidad, creen en lo que hacen. Esa creencia está basada no en una decisión moderna, sino en una cultura que viene de atrás. En cierto modo es un pensamiento conservador. O respetuoso: es la creencia de respetar.

Samir no olvida su primera impresión de Uruguay: “Me pareció un lugar lindo y se destacaba la amabilidad de las personas. Me fijaba en idiosincrasias que para mí eran un tópico para hablar o quejarse pero eso era mi ignorancia. Juzgaba en forma chata. Ahora entiendo más algunas situaciones. Para mí algunas cosas eran cómicas. Cuando viajaba en ómnibus rehusé de chistar para bajar. Era rudo llamar con un chistido a una persona. No podía hacerlo”.

—Cuando juega Uruguay somos todos uruguayos. Me encanta ser parte de lo que estoy viviendo pero es difícil sacar eso de que soy árabe y musulmán. No siento que los uruguayos que he conocido me juzguen. En mi país me sentí extranjero por el trato que recibí.

¿Fue discriminado aquí?

—Por todo lo que Uruguay me ha dado y ofrecido, no vale ni mencionarlo.

***

Cuando estornuda, Heba susurra “Alá”. Su pañuelo es negro y tiene puntilla en el borde. Le cubre la cabeza y cae suelto por el pecho casi hasta el ombligo, y por detrás tapa la espalda. Sólo el esposo y los familiares más cercanos de Heba conocen lo que esconde. Ahora usa un pantalón amplio negro y una camiseta de manga larga turquesa. Baja del ascensor y sonríe. Hace poco que se mudó a un edificio en Punta Carretas. Usa un anillo en cada mano. Uno de ellos es la alianza matrimonial. Arriba del aparador del comedor se la ve con un vestido de raso azul brillante, con pañuelo al tono y una chaqueta negra. Está abrazada al esposo en el día de su casamiento. Él es de Jordania y llegó a Uruguay por razones de trabajo. Conoció a Heba por intermedio de “un hermano”.

En la mesa una tetera plateada y dos vasitos de vidrio. En dos platos pequeños coloca cuatro masitas raras. Huelen a hojaldre, frutos secos y coco. Su expresión está a medio camino entre la picardía y la alegría. Esas masitas (tipo basbusa y gulash) vienen de Egipto y las recibe una vez cada tanto. El té guiará la conversación en la que intentará contar su vida. Porque cuando uno ve a Heba lo primero que ve no es a Heba.

Nació en Montevideo hace 36 años, pero desde muy chica se fue a vivir a Argentina con su familia. Cuando tenía 18 volvió. Se recibió de psicóloga en la Universidad de la República y se especializó en religión. Trabajó en un centro psicopedagógico. En plan “turismo religioso”, en 1997, viajó a Irán y averiguó cómo quedarse a estudiar. Al tiempo fue aceptada en la Universidad de Qom, a 150 kilómetros de Teherán, y permaneció dos años estudiando teología. En 2000 volvió al sur con la idea de “difundir información sobre el Islam para erradicar algunos prejuicios”. En 2012 viajó a Caracas a apoyar la candidatura de Hugo Chávez, porque desde 2011 formaba parte de la Red de Solidaridad con Venezuela. “Esto es político, no religioso”, aclara sonriendo. En 2011 superó uno de sus desafíos: conformar la Asociación de Mujeres Musulmanas de Uruguay “para ayudar a musulmanas nuevas y brindar información general”.

Gerardo todavía no cambió su nombre como musulman.
Gerardo todavía no cambió su nombre como musulman.

El uso del hiyaben la mujer en Uruguay es parte de un proceso, dice. Recuerda que en la Universidad tuvo “algunas cuestiones con docentes” por usarlo, entonces, apeló a taparse la cabeza con un gorrito durante la clase y colocarse el pañuelo recién al salir. No mostrar el cuerpo en público implica no ir a la playa en verano. Ni piercings ni tatuajes (aunque sí con henna, dice). Ni saludar a hombres. Ni contacto físico. Son cosas que no pueden hacer las mujeres. Heba explica a los hombres que se quedan con el gesto del beso en el aire que no es de mala educación, sino parte de sus costumbres. Pero a veces, o casi siempre, cae mal.

—Vas a presentarte a algún lugar para trabajar en Montevideo y el otro no sabe si le vas a hablar de religión porque te ve con el hiyab. Si trabajo como psicóloga no estaré hablando de temas religiosos ni de otro tipo, pero esto es difícil, y por eso no me dedico a atender. También trabajé en una librería que tenía libros islámicos y dando conferencias, hice un programa de radio sobre cultura y religión, y colaboro con medios del extranjero.

El Islam también modificó sus costumbres alimentarias. “Antes comía carne de vaca y de cordero que no era halal (ver recuadro). Luego pasé a comer puro atún, y eso continúa si voy a comer afuera: las únicas opciones que tengo son pizza y pescado. A veces mi esposo consigue carne”. Tampoco está permitido beber alcohol.

—Antes era católica practicante y empecé a encontrar que no estaba hallándome en mi relación con Dios. Estudié el Islam en la Universidad. Los primeros contactos fueron por internet en una especie de chat con personas que eran católicas y luego se hicieron musulmanas. Me contacté con un muchacho francés que me contaba cómo había sido su cambio. Me dijo lo de rezar cinco veces al día y pensé que no iba a poder porque era mucho tiempo. Y nada que ver. Después de leer en profundidad, encontré muchas cosas lógicas. Me contacté con el Centro Islámico de la Embajada de Egipto, que es el único lugar en Montevideo que tiene mezquita y un sheik, la persona que guía la oración, un religioso formado. Los viernes se va allí a escuchar el salat comunitario.

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Se decidió y pronunció la frase: “No existe divinidad verdadera sino sólo Alá, y Mohamed es el profeta de Dios”. Para convertirse al Islam basta con hacer eso, en cualquier momento, en cualquier lugar. “Y estar convencido”, agrega.

En el Islam la dote es un regalo que el hombre da a la mujer cuando contraen matrimonio. En El Corán se lee: “Dad a vuestras mujeres su dote gratuitamente pero si renuncian gustosas una parte en vuestro favor, haced uso de ésta tranquilamente”. Heba recuerda que antes de casarse se reunió con su pareja y convinieron la dote. “Puede ser desde dinero a cualquier otra cosa que las personas consideren, y se puede utilizar cuando la mujer lo necesite. No tienen que ser grandes cosas. Desde un libro de El Corán hasta propiedades”.

Para no saltear el horario de oración, Heba adelantó el de la tarde. En su celular, la aplicación Adhan le avisa cuándo orar. Ella lo hace cinco veces al día sobre una alfombra en el suelo de su casa. También tiene una aplicación que le indica dónde está el Noreste, tipo brújula, para localizar la dirección hacia La Meca. Antes de orar es ineludible lavarse para purificar. Primero las manos, luego la cara. Algunos lavan la boca y la nariz tres veces. Los oídos, también. Luego los brazos hasta el codo. Se moja la cabeza. Por último, se humedecen los pies. Heba se para en un extremo de la alfombra con los pies un poco separados, los brazos extendidos al costado. Dirá oraciones, se colocará las dos manos al costado de las orejas, sin tocarse, con las palmas para adelante. Luego, se tocará las rodillas con las dos manos, inclinándose hacia delante, sin flexionar las piernas. Repetirá todo el procedimiento cuatro veces (en la primera y en la última oración del día se repite dos veces). Se arrodillará, se inclinará hacia adelante, pondrá sus dos manos sobre la alfombra, manteniéndolas en la misma línea que la cabeza, apoyando la frente y volverá a decir oraciones. Así, por cuatro. Si estuviera en período menstrual, no rezaría: la sangre es un elemento que impurifica.

En Montevideo tuvo algunos episodios que recuerda con disgusto. En el Aeropuerto de Carrasco, personal de American Airlines le requirió llenar formularios y la revisaron meticulosamente. En un centro de pagos le prohibieron la entrada al local por el uso del hiyab. En un supermercado también, por temas de seguridad, le dijeron. Ahí pidió para hablar con el gerente y apeló a un discurso —que ya tiene preparado— en relación a la discriminación religiosa. “A una monja no le hacen quitarse su vestimenta para entrar”. Logró el acceso. En la calle sabe que la miran sin disimulo, dice, pero ya no le incomoda. Muchas veces la asocian al terrorismo. Sabe de casos de mujeres musulmanas que fueron escupidas cuando realizaban algunos trámites en Montevideo. “Hay prejuicios y desconocimiento”, dice.

***

Llegué un poco tarde a la casa de Yaafar y Aisha, sobre avenida José Belloni. Afuera Javier, con su cámara, hablaba con Yaafar y Gerardo. Mientras decía “hola”, estiré la mano, esperando encontrar la de Yaafar, pero él arqueó su cuerpo, dio un paso atrás y sonriendo contestó:

—No, así está bien.

No puede saludar a una mujer. El 
no-saludo quedó en el aire. Adentro de la casa, Aisha esperaba vestida con hiyabnegro. Entonces le tocó a Javier no saludar con beso ni apretón de manos.

Aisha es de Salta, Argentina. Tiene 42 años. Eligió ese nombre cuando se convirtió al Islam. El anterior era Sandra. Antes cuidaba pacientes. Desde que llegó a Montevideo para casarse con Yaafar trabaja en su casa. Se conocieron por chat y ella no entendía nada sobre religión. Empezó a leer y luego de varios meses se convirtió. Era, además, la única manera de seguir con Yaafar.

—Cuando chateo con mis hermanos siempre uso hiyab. No me tomo fotos porque luego ellos la pueden difundir. Tengo fotos en mi casa entre nosotros. Hay que tener cuidado. Me costó explicarles que no era por él —Yaafar— que yo usaba el pañuelo. Cuando comíamos en una mesa muy grande, porque somos muchos, yo no probaba nada. Hacían guiso y tenía carne. Un día, faenamos una cabra y pudimos comer estofado y se dieron cuenta de la forma en que se hacía. Ahora ya me llevan manteca o se fijan en las etiquetas que los alimentos no tengan grasa. Me llevan gallinas vivas —dice Aisha riendo, y continúa—: Si voy a una casa y me invitan a quedarme, se come pizza. En Montevideo compramos con etiqueta kosher o comemos pescado o verdura. Estuvimos más de dos años sin conseguir carne.

Cuenta que caminando por la calle la miraban mucho pero ya se acostumbró. Y reconoce que en muchos casos existe el prejuicio de que “tienen plata”, cosa que le da mucha gracia.

Maryam se acerca a conversar. Su hiyabes de colores. Tiene 26 años y ojos bien grandes. Dice que ha tenido que descartar el uso del pañuelo durante la jornada laboral —atiende público en un comercio—, porque sus patrones no lo veían bien. Debió juntar la oración del mediodía con la de la tarde para rezarlas una vez que llega a casa. Su hija de siete años la imita en el momento de oración y le pide usar el pañuelo, aunque no sepa muy bien qué quiere decir todo eso. “El hiyabse empieza a usar en la adolescencia, no antes”, aclara. Maryam conoció el Islam a los ocho años cuando leyó El Corán en español.

—Después empecé a conocer gente y con toda la propaganda en contra del Islam empecé a investigar. Es muy razonable. Para mí, que era bastante agnóstica, hay muchas cosas científicas en El Corán. La persona que juzga el Islam es porque no lo conoce. Dejando de lado temas políticos es muy completo.

Estamos sentados en rueda y la conversación gira en torno a la religión, a las costumbres. El Corán no admite interpretaciones. Esa frase se repetirá en la charla. ¿Por qué?

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Halal esquivo

“No confío en la carne halal que se vende aquí. En realidad, busco productos que sean ko-sher”, dice uno de los entrevistados. La declaración puede sorprender: halal son las normas alimenticias de los musulmanes y kosher, las de los judíos. Pero se trata, después de todo, de dos “pueblos del Libro” y sus prevenciones en cuanto a la comida se originaron en la misma región y en épocas de similares condiciones sanitarias.

En general, los requerimientos de La Torá hebrea son más estrictos que los de El Corán, por lo que tiene sentido que un musulmán de Montevideo se sienta más tranquilo comiendo comida procesada bajo el rito judío.

Algo similar se desprende de lo que comentan dos ingenieros uruguayos dedicados al rubro frigorífico: cuando se faena carne vacuna, los enviados de Israel se involucran directamente en la matanza —inspeccionan el estado de cada animal, proceden al degüello—, en tanto que los musulmanes suelen mantenerse a mayor distancia.

Dependiendo del país al que se exporte la carne, el encargado de supervisar el rito musulmán podrá ser personal de una embajada o un centro local, o un sacerdote especialmente enviado del extranjero. Cuando el destino es Irán, donde impera la ley chiita, los animales deben morir mirando hacia La Meca, por lo que se coloca una flecha guía en el piso del matadero. En teoría se puede vender carne uruguaya a Malasia, donde son mayoría los sunitas saffi, pero las autoridades religiosas consideran que aquí no hay garantías de que la faena cumpla los requisitos halal.

Si bien varía la frecuencia de su rezo durante la matanza, judíos y musulmanes sólo comen vaca que haya muerto desangrándose tras un corte en la garganta. Se trata de un proceso distinto al usual, en el que el animal es knockeado por un golpe o por electricidad y luego colgado para faenar. En la zona de Montevideo se faena bajo el rito judío o musulmán cuando hay una partida de exportación; muy ocasionalmente se lo hace para la comunidad judía local en cantidades muy pequeñas y es inusual hacerlo para la comunidad musulmana. En la frontera esto es distinto; en el Chuy y Rivera se consiguen cortes halal.

El cerdo está prohibido para los musulmanes y para los judíos, aunque la mayoría de las ramas del Islam permite todos los frutos del mar. Con el alcohol, El Corán es más restrictivo: los musulmanes no pueden beberlo, pero los judíos sí pueden tomar vino siempre que sea kosher.

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 “No se permiten innovaciones a lo que Alá dijo en El Corán. Es lo que es”, dice Maryam. “Alá dijo que ha completado la religión. Todo lo que yo puedo decir de más será para decir que Alá miente. El profeta ha dicho: enseñé todo cuanto se me ordenó. Si yo agrego cosas, digo que el profeta mintió”, explica Yaafar. “Hay varias interpretaciones sobre la Sunna —las costumbres— del profeta. Las dos grandes ramas son los sunitas y los chiia. Los chiia hacen cosas que no hacía el profeta, por eso para nosotros está mal. Ahí empiezan las diferencias. Eso está prohibido. Peregrinar a Karbala, la ciudad iraquí, está prohibido, porque Alá ha dicho ‘peregrinación a La Meca’. Abraham e Ismael la reconstruyeron para adorar a Alá. No se debe destruir como lo hace el Estado Islámico, porque el profeta dice que no se puede destruir donde se invoca el nombre de Alá. Yo no puedo burlarme de lo que vos adorás”.

—Cuando me dicen que los del Estado Islámico son salafistas, está mal. Yo soy salaf —dice Yaafar en alusión a quienes fueron compañeros de Mohamed y las tres primeras generaciones que lo suceden—. Es un insulto para mí y es un insulto darles a ellos un título que no merecen. Los salaf tienen que ser piadosos.

“No se entiende El Corán de primera. Si uno tiene prejuicios no se entiende”, dice Maryam. El Corán está en árabe “porque es la lengua en la que se reveló”, pero tiene traducciones al español. El fes la explicación de El Corán en cada contexto histórico, y cada persona tiene la obligación de investigar. “Alá nos manda buscar el conocimiento”, dice Yaafar y el resto acuerda.

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Gerardo tiene 46 años, es agrónomo y vive en Melilla. Hace chistes sobre el desconocimiento del Islam: habla de un “manual de prejuicios”. Juega con los lugares comunes; los actúa. Parece que utilizara ese método para desafiar. Encuentra preguntas, muchas preguntas. Se define como “musulmán reciente, de hace menos de un año”.

—Estuve diez años en el clóset. No polemizo con los otros. Sospecho que debe de haber en Uruguay otros que sienten cierta afinidad, pero como los musulmanes no son proselitistas la situación es bastante restringida. Hay poca gente conversa: menos de 50.

La fase final de convencimiento es importante. “Tuve dudas. No en cuanto a la fe, sino a manifestar la fe. La rama particular a la que pertenecemos nosotros, la sunita, no permite la ocultación de la fe. Si alguien me pregunta no puedo escapar a la respuesta”.

Él también debió cambiar su forma de comer luego de la conversión. “Lo de la alimentación tiene un sustento sanitario de sacrificio y manipulación. En sus orígenes tuvo un mandato sanitario y el chanchito es peligroso”, dice.

***

Yaafar tiene 58 años. Hace poco más de 15 se lo conocía como Ricardo, pero cambió su nombre luego de la conversión. Trabaja como portero en un edificio en Pocitos. Tiene tres hijos de un matrimonio anterior y ninguno es musulmán. “La más chica va a Pare de Sufrir y no puedo hacer nada”, dice y se ríe. Le digo que ella podría decir lo mismo de él. Nos reímos.

Su aspiración fue crear un “centro desde la perspectiva uruguaya”, y así formó el Centro Cultural Islámico del Uruguay. “Hay diferencias religiosas y de criterios entre musulmanes. No queremos intervenciones de países. En la Embajada de Egipto, cuando estaba Mubarak, el sheiktenía que actuar de acuerdo a sus normas. Y cuando cambia el gobierno tiene que cambiar también”. Ahora, sentado en el living de su casa, explica: “Los sabios del Islam recomiendan no manifestar, no hacer revueltas”.

El Corán separa a Israel de los judíos. Los judíos y cristianos son gente del Libro. Son gente que tenemos que respetar. El Islam es la religión de Noé, Abraham, Moisés, Jonás, Salomón, David, Adán. Jesús es un profeta para nosotros. Islam es la obediencia a Dios. Quizá el problema más grande de los musulmanes cuando queremos explicar algo es que usamos palabras en español y en árabe entonces eso es como si institucionalizaras la religión. En El Corán dice que Dios no aceptará otra cosa que no sea el Islam como religión. Alá no aceptará otra religión que no sea la obediencia a él.

Yaafar también tuvo que hacer cambios en su alimentación. “Cuando leí El Corán y decía cero alcohol, no tuve problema, pero lo de la carne sí, me costó. La fui dejando de a poco”.

***

Seguimos charlando en ronda. Aisha, Maryam, Gerardo y Yaafar quieren organizarse alrededor del “Islam puro”, que no quiere injerencia de gobiernos de ningún país ni seguir lo que alguien dice que hay que seguir. Eso no sería el Islam sino las interpretaciones de los sheik.

El Ramadánes el noveno mes del calendario lunar. Durante cuatro semanas los musulmanes no comen, beben ni tienen relaciones sexuales desde la salida hasta la puesta de sol. El año pasado fue en julio y agosto. Este año será del 18 de junio al 17 de julio. Para Gerardo lo más difícil es dejar el mate cuando ayuna. Por eso Yaafar toma mate antes del amanecer: “Uno o dos te tomo”. El resto no manifiesta tantas preocupaciones. Las mujeres no harán Ramadán si están en período menstrual o puerperio. Tampoco podrán tocar El Corán: luego recuperarán sus oraciones.

Yaafar en la casa que tiene con su esposa, Aisha, cerca del Hipódromo de Maroñas.
Yaafar en la casa que tiene con su esposa, Aisha, cerca del Hipódromo de Maroñas.

Más tarde hablamos de la muerte. Para ellos, tras la muerte física habrá un juicio y un veredicto, una condena justa o un premio merecido, y Alá tendrá la última palabra. “Hay normas y formalidades propias de nuestra tradición para con el musulmán fallecido. Bañarlo, amortajarlo, rezar por él y finalmente sepultarlo según las enseñanzas de El Corán y de la Sunna”, comentan. La oración durante el entierro se hace en la Musalla y se coloca el cuerpo en dirección a La Meca. Los presentes se colocan detrás del sheik, en caso de que lo haya. Las manos de quienes oren estarán elevadas al costado de las orejas.

La inhumación se debe realizar en el suelo o tierra del cementerio. Según El Corán, en la tierra se completa el ciclo vital del hombre. La colocación del cuerpo en la tierra también estará orientada a La Meca. La cremación no es aprobada por el Islam. Los pecados anteriores a la conversión no contarán, aclara Yaafar, pero ser un “buen musulmán” tampoco te asegura el paraíso, por eso el estado de espera luego de la muerte.

En Uruguay no hay cementerios islámicos. Sin embargo, Yaafar menciona que en el Parque del Recuerdo se pidió autorización para enterrar a una “hermana” según el ritual del Islam y fue permitido. “Pero eso es una excepción y tiene mucho costo”, comenta. Gerardo anota que no es tan raro: “En 1940 el Cementerio Inglés enterraba en tierra también”.

¿Qué piensan de la laicidad del Estado uruguayo? “La laicidad es una mentira, porque si yo como musulmán pido algo al gobierno me va a decir que no, pero el Estado gastó 10.000 dólares en mover una estatua que estaba en una esquina de una iglesia”, opina Yaafar. “Si un grupo de musulmanes nos juntamos y queremos poner una escuela como hay muchas otras, aparece una burocracia de no sé dónde”, dice Maryam.

¿Y de la mujer en el Islam? Maryam repite que ser musulmán es una actitud, más allá de un tema de fe. La interrupción del embarazo y la homosexualidad no están permitidos y, si bien se apela a la frase “cada uno puede hacer lo que le parece mejor”, sostienen que El Corán es muy claro al respecto. “La mujer sólo puede abortar si corre riesgo la vida del bebé”, comenta Yaafar, aunque sabe que las leyes en Uruguay indican otra cosa. Sobre la poligamia, limitada a la cantidad de esposas por hombre, Maryam dice que surgió en un contexto histórico razonable, ya que en los períodos de guerra morían muchos hombres y la población no se reproducía.

—Para los hombres musulmanes está permitido casarse con judías o cristianas pero para las mujeres no. Porque en el Islam hay un esquema de lo que es la familia y si te casás con un hombre que no te va a dar los derechos no está permitido. El hombre musulmán les dará los derechos a ellas —dice Maryam.

***

Andrés vive hace seis años en Medina, al Oeste de Arabia Saudita, a 400 kilómetros de la costa del Mar Rojo, donde en verano la temperatura incinera a 50 grados. En esa ciudad, en el año 632, murió el profeta. Tiene 31 años, nació en Montevideo, se crió entre Malvín y Pocitos con dos hermanos menores e hizo tres años de Economía en la Universidad de la República.

Fue el único hijo bautizado aunque sus padres no son católicos, aclara.

—Nunca creí en la trinidad. Me crié bastante alejado de las religiones. Cuando tenía 22 años, busqué en internet sobre una secta llamada Los Asesinos. Había leído un libro sobre los templarios y aparecía esa secta que probaba hachís y peleaba porque creían que el paraíso era como lo que ellos fumaban. Luego leí que eran una secta terrorista. Entré a un foro de chiitas. En ese momento no podía diferenciar entre los grupos. Para mí eran todos musulmanes. Buscaba por interés y por cultura general. Siendo agnóstico tenía curiosidad y creía que era algo ilógico. Vi documentales sobre ciencias islámicas y leí mucho. Me llamó la atención la simpleza de su creencia, lo lógico que es. A los dos años fui aceptado en la Universidad de Medina y dejé Economía para estudiar árabe durante dos años. Me gradué y comencé la Licenciatura en Teología, Cultura islámica y Religión.

Después de 2001, “se reprodujo una idea que no habla tanto de qué es el Islam sino de la imagen que tiene la gente sobre lo que se ve en la tele o los diarios”, y eso jugó en contra cuando le explicó a su familia que partía hacia Arabia. “Con el tiempo fueron viendo que no era raro y que mi vida no cambió radicalmente. Mi familia fue adaptándose a esto y aceptaron que viajara”.

Arabia es una monarquía. Está prohibido el consumo de alcohol y la ingesta de cerdo en todo el territorio. También se considera delito la homosexualidad. “Es ilegal, pero no lleva la pena de muerte. Y si una persona es homosexual, y ejerce esto en su privacidad, obviamente está fuera de cualquier pena”, comenta Andrés. Las mujeres no pueden conducir autos en las ciudades, aunque sí en zonas rurales.

Andrés pone énfasis en que hay que diferenciar “la ley del país del Islam”. “Incluso los sabios religiosos en Arabia Saudí están unánimemente de acuerdo en que las mujeres pueden conducir de acuerdo al Islam. Esto es más que claro y no deja lugar a dudas, ya que sabemos que la esposa del profeta corría carreras de caballos con él, competían entre sí. Entonces se sabe que ella utilizaba los medios de transporte de la época, además de que no hay nada en El Corán que diga que una mujer no puede montar o conducir”.

Cuando llegó a Medina le impresionó cómo vestían las personas en la calle. “Hay diferencias culturales. Los hombres usan la túnica blanca y el pañuelo a cuadraditos en la cabeza ajustado con un círculo negro. Las sauditas visten de negro por completo y sólo se les ven los ojos. Una cosa es escuchar sobre esto y otra es verlo”. Hay más cosas llamativas. “Creo que alguien que no conoce el Islam vería a las cinco oraciones diarias como algo muy difícil. Sería para ellos como un régimen militar”.

Reconoce que el árabe es un idioma difícil. De Uruguay, extraña la manera de hablar, el acento. No el mate, sí el asado y también jugar al fútbol con los amigos. Sobre la alimentación en Arabia, cuenta que se come mucho pollo y que el halales lo único permitido. Se puede probar comida de otros países árabes y también occidental como hamburguesas y papas fritas. Pero para comer un buen asado hay que ir a un restaurante de buen nivel. Una porción para una persona cuesta cerca de 30 dólares.

Llegar allá no fue tan difícil porque por internet contactó a una musulmana inglesa que lo ayudó a realizar el viaje. Tiempo después se reunió con ella en Medina. Allí se casaron y luego nació Maryam, su hija. Ahora las dos se fueron a Inglaterra por motivos de salud, en busca de un tratamiento específico. Andrés quedó solo con el objetivo de terminar la Licenciatura y reunirse con ellas hacia fin de año. Muy después de eso, tiene pensado regresar a Montevideo.

Cuando Andrés regrese a Uruguay, podría liderar el salat,ya que lo hace el que conoce más de El Corán. Así lo esperan algunos musulmanes y él lo sabe. “No es que haya una jerarquía; en el Islam no hay sacerdotes. Pero se elige al que sabe más de la religión para liderar la oración que en Uruguay puede darse en cualquier lugar, como una casa”. Técnicamente no existen mezquitas en Uruguay, explica Andrés, porque se deberían permitir rezar las cinco oraciones diarias. Los espacios que existen son Musallas(el término significa “donde se reza”).

—Mucha gente dice: quiero creer pero no puedo. Yo encontré mucha lógica en el Islam y la seguridad de saber a dónde vamos y estamos en una posición mejor para actuar, saber el por qué de los problemas. Esto es más reconfortante que la incertidumbre. Tener algo para medir lo que está bien y está mal. Conocer sobre la moral del Islam no deja a una persona inestable e incómoda consigo misma.

Aunque está fuera del país, Andrés permanece atento a las noticias. Supo sobre los presos de Guantánamo y los refugiados de Siria por los medios uruguayos, pero no recuerda haberlo visto en medios de Arabia. “Lo de Siria no se mencionaría porque se manejan números mucho más grandes para enviar ayuda a los campos o recibir personas en el país. Ahora está destacado el tema de la guerra contra el Estado Islámico y se habla de eso”.

—Supe que algunos presos de Guantánamo criticaron que el gobierno había prometido más y me pareció bastante raro. Me parece poco entendible que se pongan en contra en vez de estar a favor.

También opina sobre los refugiados sirios:

—No sé cómo fue el proceso de selección y sé que hubo casos de violencia entre ellos. Algunos están bien, supe. Creo que sería mejor estar en contacto con la comunidad musulmana en Uruguay porque son los que más conocen su cultura del Islam y saben que en cada país se tiene su cultura particular.


Más: los refugiados, por Guillermo Garat.


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