La habitación del pálpito [Lento #17, agosto 2014]

Detrás de un cuadro, en la combinación de una serie de cifras, oculta en un adorno 
puede estar la llave para ganar estos juegos de razonamiento lateral y salir del encierro.

Texto: Micaela Domínguez Prost

Nunca fui de reflejos muy rápidos para apretar combinaciones de botones y disparar o hacer un gol de chilena. No tengo paciencia para juegos con muchos niveles o reglas difíciles. Me pongo nerviosa cuando veo un relojito en cuenta regresiva y no me conmueven los escenarios en 3D con gráficos impresionantes. No entendía la obsesión de algunos con los videojuegos hasta que conocí los humildes pero adictivos escape 
games (juegos de escape).

En un escape game lo que hay que hacer es eso: escapar. Estamos solos en medio de una habitación cerrada (muy solos, ni siquiera somos un personaje: la imagen muestra lo que ven nuestros ojos) y podemos girar en círculos y acercarnos a algunas áreas. Poco importa por qué llegamos allí o a dónde iremos una vez recuperada la libertad. Lo que hay que hacer es ir interactuando con objetos y muebles para resolver una secuencia lógica de enigmas, en su mayor parte visuales y numéricos, hasta dar con la llave maestra para salir. Haciendo click con el cursor sobre un objeto uno puede agregarlo a su inventario para más tarde combinarlo con otra cosa o con un elemento del cuarto y avanzar hacia la salida. Dos varillas y una soga que encontramos en nuestro recorrido inicial se pueden unir para formar un palo largo y alcanzar un papelito colgado del techo. Ese papel contiene un código que se usará junto con una palabra escrita en la pared para descifrar una contraseña que abrirá una caja que contiene una canilla para que podamos llenar un vaso y regar una planta seca que florecerá y en un pétalo develará una nueva contraseña. Y así. Hay que observar, relacionar, pensar y hacer click. Todo esto en la tranquilidad de un cuarto sin amenazas y con todo el tiempo del mundo.

[wc_box color=»secondary» text_align=»left»] Dónde jugar

Free Games News y JayisGames contienen cientos de point-and-click games (de escape, pero también de otros géneros, como hidden objects y puzzles), ordenados por ranking, fecha o empresa. Jayisgames, además, ofrece extensas reseñas sobre cada escenario, comentarios y walkthroughs (en inglés).  [/wc_box]

A veces pasa que uno tiene un par de objetos y no se le ocurre cómo usarlos, pero a no desanimarse: los juegos de escape se encuentran gratis online y junto con ellos los salvadores walkthroughs, videos o textos en los que nos cuentan paso a paso los movimientos para huir.

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Hay juegos muy malos, que requieren mucho pixel hunting (hacer click desesperadamente sobre la pantalla para encontrar un objeto) o que se resuelven con razonamientos rebuscados e imposibles. Por suerte en internet se encuentran rankings y comentarios para ir descubriendo los fabricantespreferidos: las agradables habitaciones en colores pastel de la empresa Neutral, los objetos recurrentes en cada habitación de Tesshi-e, la calidad gráfica de58works y las innovaciones de Kotorinosu, quienes, por ejemplo, han desarrollado una serie de juegos con elementos que al ser manipulados de forma incorrecta te “matan”.

Uno va eligiendo según la dificultad de los acertijos, la belleza de los escenarios (hay dibujados o con fotos, futuristas o de época) y los tipos de razonamiento que exigen (descubrir cosas escondidas en superficies del mismo color, resolver ecuaciones, ordenar formas geométricas). Después de varias jugadas y frustraciones empezamos a notar situaciones o elementos que se repiten y cada vez se vuelve menos necesaria la ayuda de un walkthrough: el almohadón que esconde algo debajo, la punta de la alfombra que se puede doblar, el cuadro que cae al hacer click sobre sus vértices en el orden correcto y oculta una caja fuerte, el objeto escondido en el espacio entre un mueble y la pared, y el infaltable destornillador. Jugar muchos escape games altera la percepción de la realidad: para mí un destornillador ya no es una aburrida herramienta, sino un elemento que me permitirá desarmar y desprender un par de objetos para finalmente salir de donde sea que me encuentre.

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Me alegra saber que no soy la única alterada, ya que en parques temáticos, hostels, clubes y bares los juegos de escape traspasaron la pantalla. Si bien en su versión virtual surgieron en Japón, el primer real life room-escape (una habitación cerrada real con objetos tangibles) fue creado en 2006 en Silicon Valley, Estados Unidos, y plantea acertijos inspirados en la obra de Agatha Christie. Hoy en día podemos intentar salir de cuartos en varios países de Europa y Asia, pero la mayoría son híbridos con otros juegos: se resuelven en grupo, con límite de tiempo, con actores que ingresan para agregar dificultades y listas de elementos que hay que encontrar. Una mezcla de búsqueda del tesoro y escena del crimen, que a veces hasta incluye la posibilidad de “viajar en el tiempo” (o sea, volver a una etapa anterior del juego) para impedir tragedias.

Interesante y divertido, puede ser. Pero, a mi gusto, lejano del atractivo original del escape game: una pantalla quieta, tranquila, relajante. Un lugar donde uno puede aislarse del mundo, olvidar sus preocupaciones y al mismo tiempo sentir que está mejorando su capacidad de pensar lateralmente, resolver problemas, observar y probar combinaciones. Una verdadera forma de escapar.

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A las escondidas

Hidden Express, producción uruguaya en facebook

De la exposición Tali Kimelman + Mariane Ariceta, en el Centro Cultural de España, en base a fotografías producidas para los juegos Hidden Hauns y Hidden Express. Difusión.

En Montevideo no existen todavía habitaciones con acertijos que haya que resolver para escapar, pero sí un lugar que concentra gente capaz de diseñar juegos de ésos que me gustan: cortos, sin reglas complicadas, con escenarios que exigen una observación aguda y razonamiento lógico. En Bulevar y Bulevar se encuentra Kef Sensei, estudio 100% uruguayo que fundó Eli Barnett en 2007 lanzando Parking Dash, un juego de time management (completar objetivos en un tiempo determinado). En la actualidad Kef Sensei ambienta lugares de la ciudad para agregarlos a su último hit en Facebook, Hidden Express, juego que consiste en hallar en una foto determinados objetos de una lista. “Siempre nos focalizamos en un tipo de videojuego casual, que está orientado generalmente a un público femenino de entre 35 y 60 años”, cuenta Daniel Barnett, hermano de Eli y productor ejecutivo de la empresa.

Hasta hace dos años los escenarios de los hidden objects eran ilustraciones o fotos superpuestas en forma digital. La gente de Kef Sensei decidió darle un toque artesanal a sus espacios, construyendo todo con fotos reales, lugares de acá y objetos tangibles ubicados manualmente en la escena por uruguayos de carne y hueso. Me pregunto por qué habrán decidido tomarse el trabajo de desplazarse por Montevideo en lugar de crear cada cosa con una computadora, y las fotos que la productora Victoria Ismach pone sobre la mesa me dan la respuesta. En cada imagen se ve una situación diferente —un hospital tétrico y frío, un cuarto en tonos rosados lleno de tortas y bombones, un living después de una fiesta— pero el efecto es el mismo: la abundancia de objetos, el evidente cuidado en los detalles y la naturaleza familiar y a la vez extraña me hipnotizan. De repente, me encuentro ahí adentro, mirando atentamente cada rincón, tratando de encontrar lo que me piden. Victoria agrega que un usuario local se puede involucrar aun más: “Para nosotros está bueno porque todas las locaciones son uruguayas y los objetos, típicos de acá. Me encanta jugar y adivinar dónde habrán hecho una escena”. Ahí me entero de que el hospital es la morgue del Clínicas. Daniel agrega que también ellos se relacionan con los espacios de otra forma. “A mí me llevó a conocer muchos lugares de Montevideo que ni idea que existían”, dice, y cuando comento que el cuarto rosa lleno de dulces me empalaga, confiesa que a ellos también pero de una forma más literal: se comieron las tortitas después de sacar las fotos. Sí, se comieron parte del escenario de un videojuego.

La idea de combinar el mundo virtual con la fotografía se originó en una etapa anterior con el juego Hidden Haunts, también disponible en Facebook pero con una temática más oscura y un mayor nivel de complejidad: además de encontrar objetos, hay que resolver misterios, armar pueblos y deshacer hechizos. Hoy Kef Sensei ya lleva sacadas unas 100 fotos y sigue buscando espacios para agregar niveles al Hidden Express. “Igual, ojo, porque pila de gente ve un lugar desordenado y dice ‘ay, mirá, acá tenés una escena para el juego’, y no es así. Hay todo un laburo”, aclara Victoria. “Nosotros miramos con la cámara 10.000 veces y chequeamos que cada cosa se vea y la movemos milimétricamente. Le prestamos atención a la paleta de colores, a la cantidad de objetos, dónde va a estar cada uno y por qué. Una vez elegidos la temática y el lugar, empezamos a hacer una investigación, a buscar referencias sobre la época y las texturas. La mayoría de los objetos se alquilan para la producción de fotos, juntamos cosas de nuestras casas o les pedimos a nuestros amigos”.

El resultado es un conjunto de fotografías tan profesionales que excedieron el mundo del videojuego y pudieron verse hasta el 2 de agosto en una muestra en el Centro Cultural de España. Hoy podemos seguir apreciándolas en cada nivel del Hidden Objects, que Daniel define como “un Candy Crush con objetos perdidos”. Juego un rato y tiene razón. Uno avanza de nivel encontrando cosas en lugar de poner pastillitas en fila, pero hay vidas que se pierden, límite de tiempo, energía y herramientas que se pueden pedir o regalar a otros jugadores y un ranking con los mejores puntajes. Todo lo que un ser humano necesita para distraerse un rato, pero compartiendo el plus de los escape games: además de abstraerse, ir desarrollando la capacidad de observación y la memoria fotográfica mientras disfruta de un espacio montevideano transformado con talento y dedicación. En fin, lo que muchos buscamos en los jueguitos que nos obsesionan en Facebook, seamos o no mujeres de entre 35 y 60 años.


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