El rey del que no nos olvidamos [Lento #41, Agosto 2016]

John Lydon en La Trastienda

Texto: JG Lagos / Foto: Tomohiro Nortsune

 

Debe existir —y si no, debe estar haciéndose— algún ensayo que relacione la rigidez de la sociedad inglesa con su gran cantidad de artistas subversivos. Desde DH Lawrence hasta John Lennon, en las islas surgieron muchos nombres clave, generalmente desde la clase trabajadora, que hicieron del desafío a las convenciones una paradójica tradición. En esa lista de gente singular John Lydon ocupa, sin mucha discusión, un lugar especialmente singular.

Pero, un momento, ¿Lydon en la misma serie que Lennon o Syd Barrett? Suena raro: después de todo, el punk nació huérfano, o por lo menos, de punta contra los soñadores/somnolientos músicos de los años 60. Como Johnny Rotten, esa colección de gestos desafiantes, voz atravesada y moda inédita, Lydon fue el rey de los punks cuando estaba al frente de los Sex Pistols, la banda que en dos breves años largos (1976-1977) cambió para siempre la historia del rock. Y no fue sólo eso. Recuperado su nombre oficial, tras su salida por hastío de los Pistols, Lydon formó una banda casi tan influyente como la anterior: Public Image Ltd o bien PiL, en todo caso, pilar de ese género conocido como post-rock.

Así que si Lydon engrosa esa tradición, por lo menos hay que contarlo dos veces. El crítico Greil Marcus dedicó todo un libro (Rastros de carmín) a tratar de explicar por qué las canciones de los Pistols suenan absolutamente diferentes a todo lo antes conocido (podría agregarse: por qué son tan difíciles de imitar) y bien podría haber otro libro sobre por qué “Public Image”, la canción insignia del primer disco de PiL (1978), también suena diferente a todo lo conocido hasta entonces. Los Sex Pistols fueron un obligado cambio de tono; Lydon en plan solo fue (es) impredecibilidad sonora. Lo dicho: Lydon lo hizo dos veces.

PiL, la banda con la que llega a Montevideo, ha tenido una existencia intermitente pero larga, que incluye algo parecido a hits (como “Rise”, de 1986, con su mantra “Anger is an energy”: la ira es energía) y éxitos genuinos, como la magritteana “This is Not a Love Song” (Esto no es una canción de amor). Con diferentes formaciones y, sobre todo, muy dependiente del enganche entre Lydon y el productor a cargo, PiL tiene como sostenes permanentes la causticidad flotante del vocalista sobre el piso de una base rítmica poderosa que siempre hace guiños al kraut rock y el dub, dos de las debilidades musicales admitidas por Lydon.

Parte de esa base estará en La Trastienda. El baterista Bruce Smith, para empezar, tiene un prontuario que mete miedo, habiendo estado en una formación protopunk como The Pop Group y en formaciones aledañas a los Pistols como The Slits. Lu Edmunds, el guitarrista, asusta más. Parte de los Mekons, ha tocado con músicos tan divergentes como Billy Bragg, el héroe del folk de agitación británico, y The Damned, la única banda que en una discusión de bar podría disputarles el liderazgo real (o reo) a los Pistols.

Bandido, Lydon llega con un disco de PiL, What the World Needs Now, en el que se desquita de algunos de los que se inspiraron en él. Por caso, el tema de difusión del disco, “Double Trouble”, suena a Sleaford Mods, una banda contemporánea que a su vez toma bastante de The Fall, que a su vez sería inconcebible sin… los Pistols. Consciente de su lugar en la historia de la música, Lydon sabe y declara que el centro de su carrera es el humor. Y si uno lee las entrevistas con las que promociona esta gira, o la segunda de sus autobiografías (Anger is an Energy), tiene que conceder que los juegos de palabras y la burla autoinfligida son parte de su encanto. Como en Lewis Carroll. O como en Lennon.


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